
A veces no sabemos qué sentimos y entonces tenemos miedo. Pero es lo más emocionante de la vida, sentir algo diferente a todo, algo a lo que no podemos darle un nombre porque ni siquiera lo conocemos, sentir algo. La vida más triste no es la del que llora constantemente, es la del que es incapaz de sentir. Yo he tenido alguna etapa así, te vuelves inmune, indiferente a todo, nada te importa, nada te alegra, nada te entristece. Te vuelves una roca. Miedo. Después lloras o ríes y termina... y, vuelves a sentir. Porque en lo referente a sentimientos muchas veces estamos ciegos y no vemos las cosas de la vida, por eso es bonito que alguien te enseñe a ver con sus ojos, a ver otras cosas a las que nunca habías prestado atención y así fascinarte doblemente. Una por las cosas que a ti te fascinan y otra por las que le fascinan a la otra persona, o incluso hasta tres veces, ya que te fascina que al otro le fascinen esas cosas.
El miedo nos impide ver a veces, nos sugiere que ese sentimiento que está ahí naciendo puede no ser bueno, que es diferente, que debemos expulsarlo, aunque lo mejor es que ese sentimiento si tiene que acabar mal lo haga por sí solo, que se transforme en tristeza o en alegría, pero que no se quede ahí esperando a ver qué pasa mientras la vida se va. Albert Einstein decía algo como que las personas más peligrosas no son las que hacen el mal, sino las que se sientan a ver lo que pasa y seguramente tenía razón, porque no luchan. Mi madre me dijo una vez que no fuese indiferente, que luchase por lo que creía independientemente de que a la gente le gustase o no, y, sobre todo, que no tratase de caer bien a todos, porque entonces no sólo sería indiferente, sería como un cúmulo de nada, un montón de nadie. No quiero tener miedo. No voy a tener miedo.
El miedo nos impide ver a veces, nos sugiere que ese sentimiento que está ahí naciendo puede no ser bueno, que es diferente, que debemos expulsarlo, aunque lo mejor es que ese sentimiento si tiene que acabar mal lo haga por sí solo, que se transforme en tristeza o en alegría, pero que no se quede ahí esperando a ver qué pasa mientras la vida se va. Albert Einstein decía algo como que las personas más peligrosas no son las que hacen el mal, sino las que se sientan a ver lo que pasa y seguramente tenía razón, porque no luchan. Mi madre me dijo una vez que no fuese indiferente, que luchase por lo que creía independientemente de que a la gente le gustase o no, y, sobre todo, que no tratase de caer bien a todos, porque entonces no sólo sería indiferente, sería como un cúmulo de nada, un montón de nadie. No quiero tener miedo. No voy a tener miedo.