sábado, 28 de enero de 2012

¿Bailamos?




Sonaba música, lejana, distante, sentí que bailaba gente y quise acercarme, quise bailar con ellos, pero no conocía ese ritmo. No era un tango, que va, era algo mucho más lento, tampoco era un vals, no era demasiado tierno, era más bien un baile de cinturas para abajo en el metro y miré al suelo y de pronto me di cuenta, llevábamos los mismos zapatos.

La vi a ella, tan atractiva, tan insinuante y de pronto todas las sombras fueron de su baile. Todos los movimientos fueron de su cintura y todos los sonidos provenían de su pelo.

No quería, pero tampoco podía evitarlo, me fui acercando como empujado por algo, no sé si eran los demás que me empujaban o era yo solo, ya no podía mirar atrás, solo podía mirarla a ella.

Bailé, bailé con ella, fue tomarle las manos y yo ya estaba llorando. Aunque no había lágrimas, era más bien un murmullo por dentro, era como cuando te vas olvidando algo y no sabes muy bien qué olvidas. Una sensación de ir hacia alguna parte y no saber hacia dónde y volver al mismo baile, con los mismos pasos.

Yo no sabía bailar pero ahí estaba junto a su silueta. Levanté los ojos, al fin, tuve valor por una vez. Entonces vi que la boca le olía a cansancio y los ojos le sabían a niebla. Algo en mí seguía diciéndome que estaba olvidando, quizás debería irme pensé, pero era tarde y hacía frío fuera. Ella también lloraba, lo sentí, pero el sabor a niebla de sus ojos no me dejaba distinguir las lágrimas.

De pronto me miró y me dijo que se llamaba Rutina y que si quería ser su Rutinario.

viernes, 6 de enero de 2012

El escritor



El escritor construye y recuerda. A veces ésto y a veces lo otro, pero como diría Cortázar, casi siempre lo otro. El escritor se arriesga de forma inconsciente a las miradas, a que el papel le responda enfurruñándose y haciéndose una bola que se encoge entre los dedos y pega fuerte al corazón antes de suicidarse por la basura. EL ESCRITOR. A veces pienso que no lo sabe, lo de exponerse. Y es tan estúpido tratar de corregirle, de constreñirle, de limitarle, de obligarle al fin y al cabo a mirar con tu luz. No sé si lo sabes (léase antes de gobernar) pero la luz es tuya, incide justamente en tu posición, en el verde de mis ojos y resulta tan extraño que no sea su luz. El escritor, ese alma sensible que en un intento inacabable de entenderse quiere describirnos.
El escritor. ¿Cómo describir al escritor?