viernes, 16 de julio de 2010

Mi abuela tiene cabras pero a mí me gusta mucho pintar, más que las cabras.


Curiosa conversación la de la mesa de al lado. Una familia ha adoptado a una niña saharaui y le preguntan por su vida allí. Ella tendrá unos 5 o 6 años y ya ha estado antes en España, se desenvuelve sin miedo, le faltan dos dientes de leche, las dos paletas, pero muestra esta carencia constantemente. Ríe y le brillan los ojos. Los labios grandes y el tono de piel muy oscuro. Les explica que su madre no tiene cabras pero que su abuela sí. Come un helado de chocolate, mientras les hace entender mediante gestos que en el Sahara el chocolate cuesta mucho dinerito. De su cuello cuelgan muchos collares de diferentes colores, todos muy mal combinados basándonos en la moda superficial pero que concuerdan perfectamente con la edad y vitalidad de la niña. Quiere la moto de papá, del papá de su familia de adopción. Su nueva hermana le responde que la moto de papá es suya y que el Sahara también es suyo, todo es suyo. La niña se limita a reír entre dientes y a negar tímidamente con la cabeza. ¿Qué pensará? Me preguntó yo. (Quizás piense que su hermana es tonta por creerse en posesión del Sahara, ni siquiera es de ellos) La gente que está comiendo conmigo habla, quizás de lo mismo, no lo sé, hace tiempo que estoy perdida en los movimientos de la pequeña, me sorprendre. Estamos comiendo en un restaurante vietnamita, dos familias españolas y una niña saharaui. Me siento, más que cotilla, curiosa y me alegro de estar escuchando cuando llega el siguiente comentario. Tienes que ir a la escuela el lunes le dicen. ¿Qué? Grita ella riendo. No lo entiende. Tienes que ir a la escuela. Otra vez : qué. No a la escuela no, les aclara a las niñas españolas la única adulta de la mesa, que al parecer es una niñera. Probar con trabajar les dice. Tienes que ir a trabajar a la escuela. Comenta la más mayor de las niñas orgullosa por su clara definición. Ya entiende, afirma con la cabeza. ¿Sola? Pregunta con un acento extraño. Sí, sola. Sigue bailoteando y jugando con el helado de chocolate. No parece importarle. Pero vas a pintar y a la piscina le explica también con gestos. Pintar, eso ilumina su rostro, pintar le gusta. Hace gestos con las manos como si pintase el mantel y canta, quiere pintar, sólo eso. A trabajar, la niña había entendido el término trabajar y no el de escuela... trabajar pienso. Seis años. Después le obligan a contar en español y es capaz de contar hasta quince, magnífico, no puedo evitar sonreír y, sin embargo, sigue sin comprender del todo eso de la escuela.

5 comentarios:

  1. No sólo me parece una crónica muy bien escrita. También tiene su poesía y muchos guiños a la más cruda realidad.
    Enhorabuena.

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  2. No sólo me gusta tu mirada, me encanta tu capacidad de plasmarla.

    No pierdas nunca esa sensibilidad ^.^

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  3. Pintar un lienzo de sonrisas. Diferencia de oportunidades.. un texto real donde los haya.

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  4. Y la sencillez de su sonrisa
    pese a todo lo que ha pasado.
    Lo reflejas muy bien ;)

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